Hoy este dolor me hace llorar en pleno subte, y me han tenido que recordar sus palabras.
Muchos que no conocen la relación de maestro y discípulo, no entenderán porque llorar
a alguien con quien ni siquiera hablaste una vez en la vida.
Pero eso no es correcto, sensei me ha hablado en más de una vez.
En cada aliento, en cada orientación, cada palabra suya que me llegó al corazón.
La relación entre el maestro y el discípulo es tan personal como particular.
Y la relación kármica que existe entre budas trasciende las fronteras de esta limitada existencia.
Mientras el mortal común llora esta partida, el buda se inclina en reverencia y agradecimiento por todo el esfuerzo.
No voy a pensar en un mundo sin sensei, eso no lo veo con ninguna lógica.
Sus acciones labradas, más indelebles que la tinta sumi, permanecen.
El maestro permanece en sus discípulos, en el corazón vibrante de decisión de cada uno.
Aquellos que han sido tocados por esas palabras sabias de aliento, aquellos que se saben bodhisattvas de la tierra.
El Daishonin está en este momento recibiendo al maestro que ha expandido el budismo por el mundo entero.
Y debe estar diciendo "¿Puede haber alegría mayor?"
¿Existe coincidencia o es providencia, que hoy es el aniversario de la fundación de la Soka Gakkai?
La organización que tiene casi tantos años como sensei y por la que dio su vida entera.
Solo se puede agradecer inmensamente, por el esfuerzo realizado para que todos seamos felices.
Gracias, gracias, gracias; solo esa simple palabra queda por decir.
Sin él, hoy no estaría vivo. Y hoy, determino ser todo lo que esperaba de mi como discípulo.
Convertirme en mejor persona, esforzarme más y ser feliz.
Una tristeza loca me embarga en este momento, la que me hace llorar y sonreír al unisono.
Y también una decisión que me recuerda otra anotación de su diario juvenil: "No seré vencido".