Ya crecimos, ya dejamos atrás esa adolescencia extendida.
No hay excusas, no hay pero o duda que valga.
Ya no se bancan los celos de nena, ni la vigilancia eterna.
No se puede respirar ante esa asfixia de cuestionamiento constante.
Parece que tu edad es solo una anécdota en un océano infantil papel glasé.
Ser un hombre ya no parece tu prioridad, cuando solo te preocupa verte joven.
Esa actitud viene a confirmar algo que temo hace tiempo.
Los adultos no existen, son solo niños que han envejecido.
El mismo trauma exponenciado vectorialmente por los años transcurridos.
Los mismos miedos e inseguridades, sumado a la incapacidad de superar nada.
Seguís como entonces, sin evolucionar, sin transformar.
Viviendo a medias, siendo un zoquete.
Los adultos no existen, son solo niños que han envejecido.
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